La autoestima es una actitud más o menos estable, de pensamientos y
creencias, emociones y conductas referidas sobre sí mismo. Es el núcleo central
de nuestros pensamientos y creencias, ejerciendo una gran influencia en
nuestras emociones y conductas, y en cómo interpretamos los sucesos vitales y nuestras
experiencias.
Tener buena opinión y unos sentimientos positivos hacia uno mismo,
constituye una meta de orden superior, mientras que las demás metas son
importantes solo en la medida en que ayudan a conseguir o mantener la
autoestima.
La autoestima de una persona depende del grado en que se percibe así
misma actuando, o no, de forma congruente con sus principales valores. La autoestima
está muy influida por factores sociales y culturales, como ocurre con otras actitudes.
La autoestima nos motiva hacia una acción autoprotectora o defensiva, (por
ejemplo, nos protege de la ansiedad), pero también nos impulsa a ir más allá de
nuestras limitaciones habituales, es decir, nos aumenta las ganas de
desarrollar nuestras potencialidades.
El origen de los problemas de las autoestima es debido a la aceptación
incondicional y a una excesiva discrepancia entre el yo ideal y el yo real. El buen
funcionamiento psicológico y la autoestima sana requieren congruencia entre el yo real, yo ideal y el yo debería.
Cuando las necesidades básicas (autonomía, conexión social y
competencia) no pueden ser satisfechas, tienen a aparecer “necesidades sustitutorias”:
- Valoración excesiva de la propia imagen física
- Afán por el éxito o admiración
- Intento de dominio sobre los demás
En estos casos, la persona da demasiada importancia a dichas
necesidades, a las a que asocia sus sentimientos de autoestima. Todo ello suele
ocurrir inconscientemente.
La baja autoestima es la tendencia a autoevaluarse de forma distorsionadamente
negativa así como sentimientos negativos hacia uno mismo, que puede ir desde la
inseguridad hasta el menosprecio o el autorrechazo. La baja autoestima es un
factor de riesgo para la depresión, el embarazo en adolescentes, ser víctima de
acoso, los trastornos de la alimentación, el suicidio, agresión, la ira, la
conducta antisocial, la delincuencia, fobia social y de problemas para obtener
empleo. Además, incrementa la vulnerabilidad a contraer una enfermedad mental
y, a su vez, la enfermedad mental contribuye a desencadenar, mantener o empeorar
la baja autoestima.
Ventajas de tener una alta autoestima:
- Autoevaluación general más positiva
- La persona se considera más competente, independiente y creativa
- La persona se muestra con buenas habilidades sociales
- Maneja mejor las amenazas
- Sufre menos ansiedad y menos síntomas psicosomáticos
- La persona se plantea metas más altas, siendo más propensas a alcanzarlas
La autoestima óptima, la persona se conoce a sí misma, elige sus
metas y se dirige hacia ellas desarrollando sus potencialidades y manteniendo
relaciones auténticas y satisfactorias. Se basa en la autenticidad, es decir,
en “ser lo que uno es” sin
autoengañarse y sin construirse máscaras o fachadas, manteniendo la
autoconciencia, y la coherencia de las propias acciones y relaciones.
La autoestima sana favorece el bienestar y el buen funcionamiento
psicológico. Es la actitud positiva hacia uno mismo, con tendencia a pensar,
sentir y actuar de forma más sana, feliz y autosatisfactoria.
Es muy importante regular nuestra autoestima por considerarse una
necesidad básica y ser un mecanismo adaptativo que favorece el buen
funcionamiento psicológico.